Liahona Diciembre 1996

Tierra de hielo y fuego

por Janet Thomas

Sólo pronuncie la palabra Islandia y son muchas las probabilidades de que alguien que esté a su alrededor diga: “Siempre he querido conocer ese lugar”. Si usted le pregunta por qué, la persona dirá con cierta vivacidad en su mirada: “Parece tan interesante”.

En realidad, la palabra interesante apenas describe a Islandia.

¿En qué otro lugar se puede encontrar un directorio de teléfonos en el que aparezca la lista de personas ano­tadas por el nombre de pila y no por el apellido? ¿Dónde se podría nadar en lagunas al aire libre calentadas por los volcanes, o ver de compras a gente famosa, como el presidente del país y, la estrella de música más famosa, sin que nadie les moleste?

Ulfar, un joven de 16 años, miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos Días, puede hablar sobre las muchas otras ventajas de las que gozan los islandeses. Si lo desea, en verano él puede jugar al básketbol día y noche, ya que por muchos meses no obscurece por completo; mientras que en invierno Ulfar y sus amigos esquían o buscan los cerros más elevados para deslizarse en sus trineos. A veces, Ulfar acompaña a su papá a cuidar algunos de los poney que tienen a su cargo o van a las torres de agua, desde donde pueden mirar hacia la ciudad de Reikiavik, con sus bellas casas blancas de techos multicolores. Aún mejor que todo ello, Ulfar pertenece a un grupo muy unido de miembros de la Iglesia que está ayudando a cumplir una de las profecías de Nefi: que el evangelio irá a todas las naciones de la tierra (véase 1 Nefi 14:12).

Islandia es una nación que abarca una gran isla ubi­cada al norte del océano Atlántico. Tal vez se podría pensar que es una tierra desolada, cubierta de hielo y nieve, pero en realidad ahí abunda la vegetación. Todo el suelo que se encuentra sobre los torrentes de lava y las melladas montañas es una gruesa capa de verdor que se asemeja a una alfombra gruesa, suave y elástica. No obstante, hay peligros que pueden asechar debajo de dicha alfombra: es conocido el hecho de que algunos caminantes que no han permanecido en los senderos que se han designado como seguros, han caído en las grietas que se encuentran escondidas en el musgo que crece sobre la lava.

Islandia parecería una tierra fría, pero bajo tierra la isla es una caldera burbujeante de lava derretida. Islandia se asienta literalmente sobre decenas de volca­nes activos mezclados con vastos glaciares congelados aprisionados entre sus montañas. Cuando el fuego hace contacto con el hielo, produce vapor, y abunda en todas partes. En efecto, todas las casas se calientan a vapor, lo que hace que la temperatura sea confortable. Además, una persona puede quedarse todo el tiempo que quiera en la ducha, puesto que nadie se enojará por haber usado toda el agua caliente.

Aun cuando Islandia se asienta en el océano, aislada, teniendo por vecinos sólo a los enormes icebergs, la gente que vive ahí siempre se ha mantenido al tanto de lo que está pasando en el mundo. La Iglesia se dio a conocer por primera vez en Islandia en 1851, cuando se enseñó el evangelio a dos pescadores y ellos quisieron bautizarse. Al regresar a su país natal, comenzaron a enseñar el evangelio. Esos primeros miembros islandeses padecieron persecución y vejaciones debido a sus creen­cias, al igual que los primeros conversos de la Iglesia en Estados Unidos. Por un tiempo, la persecución llegó a tal grado, que el gobierno emitió una decreto que prohibía los bautismos mormones y, con el tiempo, casi todos los miembros de la Iglesia de Islandia emigraron a Estados Unidos; muchos de ellos se establecieron en Spanish Fork, en el estado de Utah. Fue entonces que en Islandia cesó la obra misional y la actividad en la Iglesia por un período de sesenta años.

Pero hace poco más de veinte años, Thorstein Jonsson, otro pescador, se bautizó, llegando a ser el pri­mer miembro de la Iglesia de Islandia que habitó en ese país en muchos años. La obra misional comenzó a lle­varse a cabo con más dedicación y se organizó una rama de la Iglesia.

La mayoría de la gente que habita ese país pertenece a la Iglesia Luterana. En Reikiavik, la capital, el edificio más notorio de la ciudad es una gran capilla de color blanco de la Iglesia Luterana. Enfrente, cruzando la calle, se encuentra el edificio de tres pisos que aloja a las oficinas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, así como su centro de reuniones; en ese lugar se reúne la rama más grande de Islandia.

Asista a la clase semanal de seminario y conozca a la juventud de la Rama de Reikiavik; tal vez sean pocos en número, pero son grandes amigos, lo que los ayuda cuando el ser miembros de la Iglesia los hace diferentes, debido a sus principios.

Ulfar es un típico adolescente a quien le gusta con­versar y hamacarse en su silla, apoyándola contra la pared durante la clase. Comenta que al equipo de báskethol que él integra lo han invitado a jugar en un torneo; ama a su maestra de seminario que, en este caso, es su mamá.

Johannes es serio y tranquilo, pero tiene un testimo­nio que es como una luz brillante. El y su familia (su her­mano mayor, Thorbergur, y sus padres) hace mucho que pertenecen a la rama.

La clase no está completa si no mencionamos a tres jovencitas que son muy buenas amigas: Melanie, de ojos hermosos, cabello largo y obscuro; Eyrún, de cabello rubio muy hermoso; y Hanna, que tiene cabello corto y una bonita sonrisa. Todos se hacen llamar por el nombre de pila.

En efecto, en ese país, todos se hacen llamar y son conocidos por el nombre de pila. Los apellidos se forman de acuerdo con un sistema antiguo en el que cada per­sona toma el nombre de su padre. Así, el apellido del padre de Ulfar es Gudmundur Sigurdsson, pero el ape­llido de Ulfar es Gudmundsson; el apellido de su her­mana es Gudmundsdóttir. El apellido de su madre, Vala, es Knútsdóttir, pues el padre de ella se llamaba Knút. ¿Confuso? En realidad todas las personas, tanto a los jóvenes como a los adultos, se les llama por el nombre de pila.

La mamá de Ulfar relata una historia graciosa que se relaciona con el momento en que la familia conoció a los misioneros: “Les dije que el nombre de mi pequeño era Ulfar Kári”, comenta Vala; “entonces el rostro se les llenó de asombro. Cuando ese nombre se pronuncia en voz alta, suena igual que ‘Oliver Cowdery’, y por esa razón no podían entender cómo era que una familia de Islandia hubiera nombrado a su hijo igual que ese hom­bre tan importante en la historia de la Iglesia”.

No es fácil ser un adolescente en Islandia, por las mis­mas razones que existen en otros países. Es la época en que uno tiene que tomar muchas decisiones en cuanto a cómo desea vivir. Ulfar explica: “Esta es una edad difícil. Todos dicen: ‘Ven con nosotros a tomar un trago; fumemos un cigarrillo’. Aun tus propios amigos participan del alcohol y me han pedido dos o tres veces que los acompañe, pero continúo diciéndoles que no y cambio de tema. Aunque últimamente no me han molestado al respecto”.

¿Les molesta que no les inviten a algunas fiestas? Melanie responde: “No quiero ir a fiestas donde vayan a beber. No me molesta que no me inviten porque de todas maneras no quiero ir. En la escuela hubo una fiesta, pero no fui porque me enteré de que el objetivo de la fiesta era el de embriagarse. Al otro día me pregun­taron por qué no había ido, a lo que respondí que sim­plemente no quería”.

¿En qué forma les ayuda la Iglesia? Melanie afirma que la organización de las Mujeres Jóvenes le ha ayu­dado muchísimo. “Cuando asistimos a las Mujeres Jóvenes, tenemos actividades durante la semana; eso nos ayuda a conocernos más las unas a las otras y a unirnos más. Eso me alienta y me siento feliz por ello. Es dife­rente cuando somos verdaderas amigas”.

Ulfar habla acerca del poder del sacerdocio, pues sin­tió ese poder a una temprana edad. Después de su bau­tismo, su padre y la presidencia de la rama colocaron sus manos sobre la cabeza de él para confirmarlo miembro de la Iglesia. Cuando volvió a su asiento, al lado de su madre, expresó: “¡Caramba!, ellos sí que poseen el poder del sacerdocio. Sentí que me corría desde la cabeza, me pasaba por el cuerpo y me llegaba hasta los pies”.

Con respecto al sacerdocio, él sigue el ejemplo que le dan su padre y su hermano mayor, Fridrik, quien hace poco terminó una misión regular en Birmingham, Inglaterra. “Mi hermano es el que me ha enseñado a obedecer las reglas. Él siempre las ha obedecido”.

Este grupo tiene la gran tarea de enseñar a sus amigos acerca de la Iglesia, y para ello tienen que comenzar con lo más básico. Johannes afirma: “Mis amigos me hacen preguntas en cuanto a la Iglesia; me preguntan si la Iglesia Mormona es una iglesia cristiana”.

El año pasado la rama hizo su primer viaje al templo. Puesto que el templo más cercano es el de Inglaterra, el realizar este viaje implicó un esfuerzo considerable por parte de todos; es un viaje caro, y hasta hace poco la ceremonia del templo no estaba disponible en islandés.

Hanna describe la experiencia de haber asistido al templo: “Todos fueron tan buenos y amables para con nosotros. Es como estar en el cielo. Quisiera siempre tener ese sentimiento”.

Mientras estuvieron en el templo, la juventud islan­desa dedicó cada mañana y cada tarde para efectuar bautismos por los muertos. Los nombres de las personas por las que lo hicieron eran sus propios antepasados. Melanie no podía más que reflexionar acerca de las per­sonas por las que estaba recibiendo la ordenanza del bautismo: “¿Se sentirán felices? ¿Estarán agradecidas por lo que estoy haciendo aquí? ¿Lo aceptarán? No era sola­mente un nombre; era una persona que vivió en la tie­rra, que tenía una familia”.

Cuando regresaron a su hogar, continuaron los lazos de amistad que habían desarrollado. Estos jóvenes aman su país y aman la Iglesia. En estos días, las reuniones sacramentales llenan al máximo los centros de reunión, y por ello se sienten felices. El mensaje del Evangelio se está extendiendo como una luz a través de toda la isla.

¿Hemos hablado sobre las luces nórdicas? Durante cada otoño e invierno, las luces nórdicas cubren el cielo de Islandia. Por las noches, brillan y danzan con colores verdes y púrpuras. A veces son tan brillantes que es necesario interrumpir lo que se esté haciendo para dete­nerse a admirarlas.

Los jóvenes de Reikiavik también son como las luces nórdicas. Se asocian con sus amigos y familias con con­fianza y fe, y están dando el mejor ejemplo que se puede esperar de la juventud. De vez en cuando hay que detenerse para observar lo que hacen; en verdad son maravillosos. □